Desde el blog de Arraigo, tuvimos el lujo de entrevistar a Juan Alonso Molina y compartimos esta enriquecedora conversación con todos ustedes, en esta nueva entrada.
Juan Alonso Molina es Historiador formado en la Universidad de Los Andes (Mérida, Venezuela). Además es cocinero autodidacta, instructor de cocina, consultor de restaurantes y cronista gastronómico del Estado Lara.
El maestro Juan Alonso ha publicado los recetarios Lara a pedir de boca (2006) y Lara de mesa y mantel (2012) así como las antologías de textos gastronómicos Un bocado del mundo (2022) y Bitácora del yantar (2023), además del estudio histórico Automercados Plaza’s, la forja de un sueño, entre otros textos que ya suman mas de una docena de obras.
Ha sido merecedor de una Mención de Honor del Premio Tenedor de Oro (2014) y del Premio Tenedor de Oro a la Mejor Publicación Gastronómica (2022) de la Academia Venezolana de la Gastronomía.
Entrevista a Juan Alonso Molina Arraigo
1 ¿Cómo fue su experiencia creciendo en el estado Lara y cómo influyó en su carrera como chef y escritor?
Mi experiencia fue la de un niño de una familia andina llegada a Barquisimeto en 1952, casualmente el año del cuatricentenario de la fundación de la ciudad. Un niño que creció, años más tarde, en un sector de clase media baja, en una urbanización de origen pérezjimenista, de pequeñas y pulcras casas con veredas, en un hogar de padres dedicados y trabajadores, con la inestimable asistencia cotidiana de la abuela materna.
Papá primero trabajó varios años con algunas empresas privadas como contador y también vendedor de maquinarias agrícolas. Procedía de un origen campesino, muy humilde, hasta el punto de que había aprendido a leer y escribir por obra de su mamá, laabuela Alejandrina a quien no conocí.
Mi mamá sí había tenido formación escolar, hasta tercer año de bachillerato. Además, tanto en el Internado como en el seno de su familia, que era originaria del pueblo de Chitagá, en los andes colombianos, había aprendido muchas “manualidades”, como se le llamaba en ese entonces. Era extremadamente diestra y, de hecho, finalmente entró a trabajar como manualista en el entonces Consejo Venezolano del Niño.
Recién cumplidos los seis años de edad, nos mudamos a la casa que todavía yo habito, en las Colinas de Santa Rosa, en Barquisimeto. Entonces esta urbanización estaba construyéndose, con casas mandadas a hacer por cada uno de sus propietarios, como hizo mi papá, la cual con el tiempo se convirtió en un sector de clase media-alta.
Allí, la verdad fue que completamos una infancia muy feliz, rodeada de mucho amor y de mucha naturaleza. Donde hacíamos con frecuencia excursiones a las zonas vecinas, todavía no urbanizadas, y donde el carácter tradicionalista de mi familia, por su origen andino, se manifestó, entre otras cosas, en el hábito de comer juntos a la mesa las tres comidas del día, la única del vecindario que hacía uso cotidiano del comedor principal. Cinco hijos, mamá, mi abuela, papá cuando estaba en casa, puesto que por muchos años trabajó fuera de la ciudad: en total siete u ocho personas que a diario comíamos juntos, a la misma hora, todos, tres veces al día, cosa que aún sigo practicando con mi familia.
En mi infancia y adolescencia, como era costumbre en los Andes, se comía una sopa distinta todos los días. El almuerzo constaba de “sopa, seco y jugo”, como lo ofrecían en Mérida los restaurantes populares en mis años de estudiante universitario, pero en mi casa, además, nunca falta el postre porque mamá era muy dulcera.
Eso explica que mi abuela, las mujeres de servicio o criadas, a veces también la única hembra entre los hermanos y mi mamá, cuando se lo permitía su trabajo puesto que ella empezó también a trabajar a mediados de la tercera década de su vida, vivieran ocupadas en la cocina, lo que hacía posible que se comiera una variedad grande de preparaciones, platos, dulces, bebidas, panes, en fin una comida muy copiosa y muy variada. En esa cocina terminarían fundiéndose esas tradiciones de origen andino, como la arepa de trigo casi a diario y las piscas andinas con mucha frecuencia, con ingredientes y preparaciones que mi papá, que era un hombre muy curioso, iba descubriendo entre sus amistades y trayendo a la casa, incluso haciéndolas el mismo. Papá, de hecho, era el responsable de los platos principales de las grandes ocasiones festivas familiares, quien mataba, desollaba y preparaba los pavos, el cochino navideño y ese tipo de cosas. Mientras mi abuela, mamá, las mujeres de servicio y mi hermana, se ocupaban más de la cocina cotidiana y de preparaciones, digamos más colectivas,como las hallacas, por ejemplo.
Todavía, para el consumo familiar de mis hijas, de mamá y de los pocos hermanos que se conservan aquí en Venezuela, sigo haciendo las hallacas andinas, aprendidas en casa, de guiso crudo y con garbanzos, aunque en mi trabajo como cocinero profesional, llevo décadas haciendo para el público barquisimetano las hallacas que se acostumbran a comer aquí, de guiso cocido.
Esa experiencia hogareña fue muy importante y luego me permitió, cuando salí de casa a establecerme en Mérida como estudiante universitario, comparar y hacerme consciente de la singularidad de esas vivencias gastronómicas, pero también del desconocimiento de la preparación de muchos platos de la cocina tradicional larense. Sobre ésta, aunque tenía atisbos puesto que papá solía llevarnos a comer a algunos restaurantes típicos larenses, como por ejemplo los del enclave gastronómico de Pavia los fines de semana, y yo me complacía en comer mondongo, mutes de chivo y pulpa de chivo a la brasa, de todos modos desconocía gran parte de su recetario, que por supuesto es mucho más diverso que eso.
Eso lo redescubrí fue después de mis estudios de Historia en la Universidad de los Andes en Mérida, convirtiéndome poco a poco en el miembro de la familia que más se interesó por la cocina.
Sin embargo, al principio, en mi niñez, me costó mucho que mi abuela, que oficiaba a diario en la cocina, me aceptara. Ella solía espetarme, cada vez que manifestaba mi interés en aprender algo allí, que “los hombres en la cocina olían a mierda de gallina”. Pero insistiendo, al salir de la niñez y empezar mi adolescencia, aceptó enseñarme a hacer algunas cosas muy básicas, como preparar la crema de mantequilla para la marquesa de chocolate, batir la leche y algunas otras cosas así sencillas, que de alguna manera me franquearon la puerta al mundo de la praxis culinaria, de forma precoz comparado con el resto de mis hermanos.
2 ¿Cómo comenzó su interés por la historia de la gastronomía y qué lo llevó a fundar la Cátedra de Historia de la Gastronomía Universal en la UNEY?
Mi interés ya de una manera sistemática y mucho más que una simple curiosidad comenzó en Mérida, en mis tiempos de estudiante universitario, que coincidieron con la publicación en 1988 de la obra del maestro José Rafael Lovera: La historia de la alimentación en Venezuela, la cual recibí al poco tiempo de editada, como un regalo de uno de mis hermanos mayores, Igor. La verdad es que me impactó, porque yo fui de esos estudiantes que se fue acercando al final de la carrera, con muchos intereses muy diversos para hacer su tesis de grado y, en efecto, pasé varios años iniciando unos proyectos que luego me desencantaban.
Entonces, fui descubriendo a través de la lectura ese libro que dos grandes pasiones que poseía, la de la gastronomía —aficionado como era a cocinar desde fines de mi adolescencia y conocido ya en Mérida como “sancochero”, puesto que gran parte de las ocasiones festivas se hacían alrededor de la preparación de un buen sancocho— y mi vocación de investigador de la historia, podían aunarse. Teniendo clara esa motivación por aportar al mejor conocimiento de la historia de Venezuela, fui desarrollando esa doble afición, leyendo cada vez más libros sobre el tema o tratando de encontrar en muchos otros libros de historia, la información valiosa desde el punto de vista gastronómico. De manera que cuando me establecí en Barquisimeto, en 1992, para fundar el Archivo Oficial de la Asamblea Legislativa del Estado Lara, empecé a recorrer los municipios larenses con el propósito de motivar y asesorar la creación de sus archivos municipales y, en el tiempo libre, aprovechaba esas ocasiones para investigar, degustar y documentar la gastronomía regional de manos de sus principales cultores.
Por otra parte, no se me escapaba que para mí, por limitaciones económicas, me estaba vedado dedicarme a pasar a largas temporadas investigando en archivos, en una parte distinta a Barquisimeto, bien fuese en Caracas o mucho menos todavía en otras partes de América o de España, por ejemplo. Entonces me di cuenta que lo que mejor podía desarrollar era una especie de labor de investigación etnohistórica, aprovechando esas oportunidades para desarrollar un trabajo de campo que me permitiera ahondar en algo que, además, no existía aún en la bibliografía existente sobre la historia y la cultura de mi región natal larense.
De ahí que cuando el rector de la Universidad Nacional Experimental del Yaracuy, el doctor Freddy Castillo Castellanos, a instancia de quien había sido mi tutor de tesis de grado en la Escuela de Historia de la Universidad de Los Andes, el maestro Rafael Cartay, me llama para que lo acompañe a fundar los estudios de esa Licenciatura en Ciencia y Cultura de la Alimentación que se estaba empezando a desarrollar allá en San Felipe, en el vecino estado Yaracuy, yo acepté de muy buena gana y me correspondió, porque existía en el pensum pero sólo de nombre, dictar la cátedra de Historia de la Gastronomía, para lo cual asumí la tarea de su programa de estudio que, al aprobarse, me permitió dedicarme durante varios años a la enseñanza y al mismo tiempo seguir profundizando mis propios conocimientos sobre la gastronomía universal.
Más tarde, para los alumnos del último año de la carrera, también creé un seminario al que llamé Etnohistoria del Régimen Alimentario Venezolano, donde los participantes debían desarrollar un trabajo de investigación acerca de la gastronomía de alguna localidad o región, haciendo trabajo de campo, poniendo en práctica los rudimentos metodológicos de la disciplina y sumando aportes con base en la ampliación del conocimiento de la gastronomía de las zonas estudiadas.
3 Cuéntanos un poco sobre las motivaciones que te llevaron a escribir “Lara a pedir de boca” y su proceso de realización.
Lara a pedir de boca fue un recetario que constituyó el primero de mis libros publicados, de una cuenta que ya superó más de una decena, hasta el presente. No es más sino el resumen y la descripción de gran parte de las recetas —aproximadamente el 80% del recetario— que desarrollé para un restaurante llamado La Sartén de Palo, que tuve entre 1999 y el año 2000, en Barquisimeto.
Allí me dediqué a expresar mi manera de entender gran parte de los platos, de las preparaciones o del aprovechamiento de productos tradicionales larenses que había venido conociendo y practicando en mi recorrido por pueblos y mesas del estado. Eso lo vertí en un conjunto de recetas que desarrollé para el restaurante, que tuvo muy buena acogida mientras permaneció abierto, causando una impresión tan favorable que llegó a ser recomendado en su momento por la Guía de Valentina Quintero, proporcionándonos una experiencia muy valiosa.
Mi socio y yo decidimos cerrar el restaurante cuando se me llama para fundar el Archivo Central del Consejo Nacional de Derechos del niño y del Adolescente en Caracas, a fines del 2000. De modo que esas recetas quedaron archivadas mientras yo seguía desempeñando labores en el campo de la organización de archivos, de la crónica gastronómica y de la producción de eventos con temáticas culinarias, que hacía paralelamente a la labor de restaurador.
En el año 2003, en un momento en que ya había iniciado mi labor docente universitaria en San Felipe, en la Universidad Experimental del Yaracuy, se me propuso hacer un festival de cocina larense aquí en el Barquisimeto Hilton, que por entonces era el hotel más importante de la ciudad, cosa que asumí con mucho gusto.
Una noche, sirviendo la cena, si mal no recuerdo, me hicieron llamar de una de las mesas. Quien me llamaba era el propietario de la cadena de restaurantes de pollo en brasas llamada Pollo Sabroso. Una referencia muy importante que todavía existe y no solamente aquí en Barquisimeto, sino también fuera del estado Lara. Entonces este señor me felicitó, me hizo sentarme un rato con él, me preguntó por mi trabajo y la verdad es que en algún momento tocamos el tema de las recetas de esos platos y me ofreció publicar un libro con ellas, para conversar lo cual me extendió una invitación a visitarlo en sus oficinas.
Terminamos poniéndonos de acuerdo y ese fue el origen de ese libro, cuya producción no careció de algunos inconvenientes, razón por la cual el libro vio la luz en 2006.
Lo aprecio mucho porque es testimonio de una época muy importante en mi formación como cocinero y restaurador profesional, llevando al ámbito de la cocina de restaurante algunas recetas tradicionales, de las cuales siempre he admitido que son mi propia versión de esa tradición culinaria.
4 Cuéntenos sobre su experiencia escribiendo el libro “Lara de mesa y mantel”.
El caso este otro recetario fue muy distinto porque prácticamente fue un encargo. Resulta que el grupo de empresas El Tunal, con sede en Quíbor, que es uno de los más importantes del sector agroalimentario en la región, se disponía a celebrar sus 40 años de vida y encargó a un par de amigos, Ricardo Limongi y Rafael Guillén, diseñador gráfico el uno y fotógrafo este otro, realizarles el proyecto de un libro. Ellos propusieron que ese libro debía contener un recetario, tomando en cuenta que se trataba de empresas de alimentos.
Entonces, por mi doble condición de cocinero y de historiador, también abordé una descripción de la gastronomía larense y un conjunto de platos que creé especialmente para ese recetario, echando mano básicamente de la tradición culinaria larense, pero no únicamente. Ahí me di mayor libertad creativa como cocinero y los editores lograron hacer un trabajo muy lindo que se agotó rápidamente.
A raíz de la frecuente solicitud de publicar nuevas ediciones de tales recetarios hace mucho tiempo agotados, estoy, en efecto, adelantando cómo hacer una edición que los reúna y sume muchas otras recetas que mi trabajo profesional como cocinero me ha permitido ir desarrollando a lo largo de los últimos años.
5 ¿Podría compartir alguna anécdota relacionada con su investigación sobre la cocina de Lara y Yaracuy?
Sobre ello he reunido muchísimas anécdotas, pero la más curiosa me ocurrió con una alumna, por lo demás muy cumplida y circunspecta.
El cuento empieza porque la tuve inscrita en el Seminario del Régimen Alimentario Venezolano, habiendo sido antes, mi alumna en la Cátedra de Historia de la Gastronomía Universal. Se trataba de una jovencita muy aplicada cuya familia era de Chivacoa.
Un día me comenta con mucho interés, que había descubierto en un caserío cercano a Campo Elías, donde ella tenía vínculos familiares, una señora muy mayor que tenía una memoria proverbial sobre muchos usos alimentarios, recetas tradicionales y todo aquello. Ella se mostraba verdaderamente fascinada con ese personaje y a mí me pareció que la asistían muy buenas razones. Entonces, con mi orientación desarrollamos toda una estrategia para que tratara de obtener de aquella anciana información lo más valiosa y precisa posible, con todas las consideraciones del caso.
Es decir, ya ella había hecho una prospección, había conocido a la señora, la había entrevistado, tenía una información, digamos en bruto. La señora había sido muy, muy simpática y se había manifestado muy bien dispuesta a volverla a atender. Le sugerí seguir colaborando con ella, a ver si fuese posible convencerla de enseñarle la preparación de algunos platos.
Naturalmente, una vez que mi alumna se alistó y volvióa buscarla, yo tenía muchas expectativas a su regreso. Pero, para mi sorpresa, cuando volvió tenía una cara compungida y al mismo tiempo completamente desconcertada. Estaba verdaderamente abatida. Al preguntarle qué le había pasado, adelantándome a pensar que tal vez la señora, que era muy mayor, con más de 80 años, podía incluso haber tenido algún accidente o haberse muerto de una causa natural, me dijo que la cosa era peor. Ella había vuelto a recorrer el mismo paraje y no había encontrado la casa, mas, en el mismo sitio donde había estado ubicada, yacían unas ruinas completamente consumidas por la vegetación, nada de extrañar porque toda esa montaña es una zona sumamente fértil, partede una cordillera que se alza al norte del Valle de las Damas.
El caso fue que ella, al no encontrar a la señora allí, obviamente siguió caminando y consultó a los vecinos, distantes a varios centenares de metros por ser una zona rural poco poblada. Los vecinos le dijeron que claro, que ellos habían conocido a esa señora, pero había muerto hacía más de 10 años. Y que por eso la casita donde había vivido sus últimos tiempos estaba derruida, ya que vivía sola y no dejó descendientes que la siguieran ocupando, cosa que encajaba con el testimonio de mi alumna al entrevistarla la primera vez, pues se había presentado como única ocupante de la casa y solo la acompañaban unos animalitos.
Eso verdaderamente fue la cosa más impresionante. Era una joven que nunca me había faltado con ninguna tarea, aún tenía tiempo para entregarla y de verdad estaba tan, tan abatida, que no supe, ni he sabido, ni sé todavía hoy, cómo explicar eso. De hecho, yo tengo ese material que, obviamente, para mí es una joya, el trabajo donde está la entrevista a esa señora ¿o fantasma?
A veces la realidad supera a la fantasía. Increíble.
6 ¿Cómo ve el futuro de la gastronomía venezolana, y cómo encajan allí las cocinas regionales?
El futuro de la cocina venezolana es en gran parte el futuro de las cocinas regionales que la componen. No puede concebirse la una sin la otra, pero también hay otro elemento que va a gravitar de forma muy importante en el futuro inmediato y por mucho tiempo, incluso en el futuro más lejano, y eso es lo que tiene que ver con los efectos de la diáspora y la retroalimentación con la cocina venezolana actual. La que se hace dentro de la frontera de nuestro país y la que se está empezando a ejercer en el ámbito internacional, que al mismo tiempo está influyendo sobre lo que se hace aquí.
Se están desarrollando multitudes no sólo de cocineros profesionales, sino de simples ciudadanos venezolanos que han tenido que verse forzados a migrar y que en muchos países con ecosistemas, realidades económicas y gastronómicas muy distintas, sin embargo, están allí haciendo lo que saben hacer o lo que creen saber hacer, que es lo que conocieron aquí en su país de origen como cocina venezolana.
Entonces, el futuro de nuestra cocina está determinado por el cada vez mayor interés, conocimiento, difusión y ejercicio de las cocinas regionales venezolanas, pero también por lo que siga ocurriendo con la cocina que está desarrollando la diáspora venezolana en el mundo, que, por fuerza, en esta situación de interdependencia e información compartida cada vez mayor que tenemos, también está empezando a influir y va a seguir influyendo aquí y en otras partes, impactando sobre lo que hacemos hoy día los cocineros, las amas de casa y, en general, en el seno de nuestros hogares para alimentarnos.
7 Cuéntanos un poco sobre la iniciativa de los Clúster de Seguridad Alimentaria y Medios de Vida de Venezuela, así como también sobre el lanzamiento del “Recetario por Regiones”
Este es un órgano que depende de la FAO, es decir, la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, el cual ha desempeñado una actividad muy importante que se sigue desarrollando en el marco de la emergencia humanitaria compleja que hemos sufrido los venezolanos durante los últimos años, ayudando a la población más vulnerable, en prácticamente todos los estados del país, a mejorar su alimentación para poder cubrir siquiera parcialmente los graves déficits de consumo de nutrientes básicos que presentan algunos grupos poblacionales.
Entonces, el Clúster quiso en 2022 trascender las ayudas en alimentos y ofrecer también una información complementaria, de tipo culinaria, que les permitiera a sus beneficiarios aprovechar mejor los recursos disponibles en su entorno. Para ello fue que se me llamó a mí, como consultor gastronómico, y terminé investigando y produciendo un recetario con muchas observaciones, con mucha información útil acerca de la inocuidad, del mejor aprovechamiento y conservación de alimentos, partiendo de las diferencias que hay entre las distintas regiones gastronómicas venezolanas. Es decir, un recetario adaptado al lenguaje, a las fórmulas, a los productos principales y a las tradiciones culinarias de cada una de esas regiones.
Afortunadamente es un documento como todos los de las Naciones Unidas, que está disponible gratuitamente a través de su plataforma digital, la plataforma del Clúster de Seguridad Alimentaria y Medios de Vida de la FAO-Venezuela.
La verdad es que es un trabajo del que me siento muy orgulloso, que además fue complementado con cinco videos que grabamos en Caracas, con una selección de 5 de esas recetas, para poner en manos de la gente fórmulas sencillas, que les permitan mejorar la alimentación de sus familias, en el seno de sus hogares,inclusive los más humildes. Son recetas que están pensadas para poder ser elaboradas y disfrutadas incluso en espacios con muchas carencias. Ése es el valor de este recetario.
8 ¿Cómo podemos conseguir el “Recetario por Regiones” ?
Pisando este link a la pagina de la FAO
9 ¿Qué consejo daría a alguien que quiere seguir
una carrera en la gastronomía y la escritura?
Mi respuesta sería: que coma, que cocine, que lea y que escriba mucho. No se puede llegar a una penetración profunda de la gastronomía si uno no se ejercita, aunque no tiene por qué ser necesariamente de manera profesional; pero sí debe desarrollarse esa curiosidad y si uno se atreve a cocinar, mucho mejor. Porque de ello va a depender comprender el esfuerzo y poder valorar cabalmente todo lo que hay detrás y lo que implica muchos aspectos de cocinar,comer, compartir la mesa y definitivamente aportar a través de la alimentación al disfrute de la vida.
10 ¿Tiene algún proyecto en el horizonte sobre el
que quiera contarnos?
Bueno, me gustaría compartir tres proyectos importantes en lo que estoy involucrado o desarrollando, con mucho ahínco por lo demás.
Uno, el primero, que tiene que ver con la coordinación de un curso de especialización, ya para cocineros profesionales o con formación académica culinaria previa, sobre cocinas regionales venezolanas. Partiendo de la identificación de nueve que podríamos llamar “macro regiones gastronómicas en Venezuela”, producto de mi investigación de muchos años en este ámbito y que por primera vez se va a dictar en nuestro país. No es sobre una de esas cocinas regionales, cosa que se está haciendo en alguna de nuestras regiones, sino que es sobre el conjunto de ellas.
De modo que quienes lo hagan puedan no solamente conocer mucho mejor, en detalle y además de la mano de cultores importantes y cocineros que son referencias o emblemas de estas regiones, sino que aprendan a hacerlo en un espacio profesional, es decir que aprendan como reproducir esas recetas en una cocina de restaurante y que puedan sobre esa base, incluso aprovechar ese patrimonio para desarrollar una cocina de autor basada en esas raíces. Eso me tiene muy motivado y muy orgulloso del trabajo que estamos haciendo a ese respecto. No puedo dar más detalles porque la institución patrocinante aún no lo ha hecho público, pero sí es bueno que se sepa que estamos trabajando en ese ambicioso programa.
Por otra parte, aprovechando el interés, que no ha cesado, de mucha gente que me pide una reedición de mis recetarios, estoy trabajando desde el año pasado en la composición de un libro, un recetario nuevo, que no solamente va a incluir las recetas revisadas, corregidas y actualizadas, sino que va a sumar una gran cantidad de ellas que he venido desarrollando desde la publicación del último de mis recetarios en el 2008.
Ha corrido mucha agua bajo ese puente, yo he participado en numerosos festivales, he hecho consultoría para muchos restaurantes, algunos de los cuales he fundado y de todo eso he venido decantando una experiencia que quiero ahora compartir con el público, para que tanto dentro como fuera de Venezuela se tenga la oportunidad de reproducir gran parte del recetario venezolano tradicional, pero también mis propias versiones y aprovechamiento de muchos productos autóctonos nuestros, o no necesariamente autóctonos pero sí muy importantes dentro del régimen alimentario, si no, de todo el país, por lo menos de alguna de sus regiones.
Entonces creo que en el tercero o cuarto trimestre de este año debo estar anunciando su publicación, como otros de mis libros, por la plataforma de Amazon.
El tercer proyecto es una propuesta para la obtención de un patrocinio y financiamiento a lo que sería una investigación muy exhaustiva de la producción del Cocuy y su historia. En la que yo he tenido un papel importante sobre todo en los años de la despenalización y del desarrollo de las primeras legislaciones protectoras del Cocuy a principios de la década del 2000.
Tema sobre el cual he venido recogiendo información desde hace más de 30 años, habiendo acumulado mucho material que, desde luego, exige ahora dedicarle un tiempo importante a otros aspectos surgidos últimamente, porque la producción de Cocuy ha sido un área en la que han sobrevenido muchos cambios durante los años recientes, a los cuales no siempre ha sido fácil seguirles la pista.
Ese es otro proyecto importante en el que estoy ahora muy dedicado, a fin de obtener el patrocinio y financiamiento que haga posible terminar esta investigación, para que, al cabo de uno o dos años, tengamos ese otro aporte al mejor conocimiento de uno de los rubros venezolanos que hoy día tiene una potencialidad mayor en el ámbito internacional.
Puedes mirar la receta de «arepas con mojo de semillas de auyama» que el profe Juan Alonso compartiò con nuestra marca aliada Historia de la Arepa, haciendo click aqui
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